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De ella dicen que lo tiene todo. Tiene el talento: una voz maravillosa que se combina con sus sensuales movimientos a la hora del baile. Tiene la belleza: un cuerpo privilegiado que es capaz de cortar el aliento. Y tiene la fama: sus discos, sus películas, su figura ya es reconocida en todos lados del mundo y no por nada, en la red, su nombre es uno de los más buscados por los internautas de los cuatro puntos cardinales.

Beyoncé Knowles, acaso una de las mujeres más bellas del planeta, está, qué duda cabe, en uno de sus mejores momentos artísticos y personales. Sus canciones producen un vendaval en las tiendas (virtuales y reales) de discos: temas como Beautiful Liar, Listen, Déjà vu o Naughty Girl pueden dar prueba de ello, así como sus 33 millones de copias vendidas y los Grammy obtenidos, sobre todo en 2004. Pero sus apariciones en cine tampoco pasan desapercibidas. En La Pantera Rosa encarnó a una diva que, para la trama, quizá era nimia, pero a la hora de mostrarse en la pantalla, su imagen era un imán para los ojos.

Sin embargo, hubo una película en la que Beyoncé se mostró a pleno. No sólo su belleza, sino también su carácter actoral y, por supuesto, su garganta de cantante de rythm and blues de esas que hay pocas. Esa película fue Dreamgirls (Soñadoras), la poderosa historia de un trío de cantantes negras en el Broadway de los años ’60.

En cuanto a su vida personal, también está pasando un gran momento. Hace poco se casó con el rapero y productor Jay Z con quien, parece, está esperando un hijo.

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