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Esta película ha pasado desapercibida a pesar de contar con la actuación de dos estrellonas como Adrien Brody (un viejo conocido de este blog) y la super maciza Beyoncé Knowles. Yo mismo la he visto por casualidad, sin que hubiera un interés previo. Me ha sorprendido gratamente, claro, de lo contrario no estaría hablando de ella aquí, pero tampoco voy a decir que es el trozo de plástico redondo al que me gustaría morir abrazado (de eso ya hice una lista aquí).

En todo caso, me gustaría morir abrazado a Beyoncé. O mejor: me gustaría ser reducido por una tribu hasta alcanzar el tamaño adecuado y poder usar el cuerpo de Beyoncé como un parque acuático, deslizándome por todas sus curvas a riesgo de morir ahogado en el remolino de su ombligo. Y luego... (bueno, dejémoslo así. Este post no va de mis fantasías, sino de Cadillac Records).

Lo más curioso de esta película es que tiene formas de biopic, pero no es el biopic de una persona, sino el biopic de una empresa, de una productora musical: Chess Records, un sello legendario que lanzó a figuras del blues como Muddy Waters, Etta James y Chuck Berry.
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