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La celebrada cantante se encuentra con el viejo maestro del cine. Beyoncé va a trabajar bajo las órdenes de Clint Eastwood. En el papel al menos, la propuesta parece realmente interesante.
Seguramente, tanto Beyoncé como Clint saben que están asumiendo riesgos. Porque lo que piensan hacer juntos es la cuarta versión cinematográfica de Nace una estrella, un tema reiterado por la industria de Hollywood.
Para Beyoncé se trata de competir, nada menos, que con el recuerdo de Judy Garland y Barbra Streisand, que interpretaron dos de las entregas previas del asunto (menos gente recuerda a Janet Gaynor, primera actriz que encarnó al personaje protagónico, de modo que tal vez no haya comparaciones con ella). Y para Clint, de demostrar que puede competir con nada menos que el director George Cukor, uno de los auténticos grandes del Hollywood clásico, cuya versión con Garland de esta historia rodada en 1954 es, literalmente, una obra maestra del cine, especialmente en la versión expandida que se puede ver en DVD, no necesariamente en la más breve que se estrenó comercialmente en su momento.
A priori, la idea de volver a llevar al cine la historia de la joven aspirante a estrella que se casa con un veterano intérprete que ya no está en la cumbre (y a partir de ahí las distancias se agravan: ella trepa hasta el tope mientras la decadencia del hombre prosigue) puede producir una reacción del tipo "¡otra vez Hollywood fastidiando con una remake!" (y, para peor, con una tercera remake). Cuando se lo piensa más de cerca, sin embargo, el proyecto tiene algún sentido.
Como la versión de Barbra Streisand, y a diferencia de las de Gaynor y Garland (que se ubicaban en el mundo del cine), la nueva Nace una estrella transcurriría, según trascendió, en un ambiente musical. Y recuérdese que a Clint le interesa la música desde siempre: desde su lejana condición de pianista de jazz hasta su biografía de Charlie Parker (Bird) y su más cercano trabajo como autor de las partituras de algunas de sus últimas películas. Yendo más atrás, podría recordarse incluso que Clint interpretó hace ya mucho tiempo un musical de Broadway llevado al cine (La leyenda de la Ciudad Sin Nombre, 1967, director Joshua Logan), que, reconozcámoslo, no era muy bueno, pese a la jugosa participación de Lee Marvin. De todos modos, por ese lado, al menos, puede pensarse que Eastwood tenga un "feeling" con el material.
Algunos medios están objetando ya que no se trate, en principio, de un proyecto de Eastwood, sino de un trabajo "de encargo": fue la empresa Warner quien hizo el primer movimiento. En realidad, el film, escrito por Will Fetters, iba a ser dirigido originalmente por Nick Cassavetes (el hijo del gran John), pero por un motivo u otro éste se abrió del asunto y la empresa pensó en Clint para reemplazarlo. Eastwood terminó involucrado no solamente como director sino participando también en la producción a través de su empresa Malpaso, en colaboración con Billy Gerber, Basil Owanyk y Jon Peters, el último de los cuales había sido productor (junto con su protagonista Streisand) de la versión de 1976.
A la larga la diferencia es empero irrelevante: la historia del cine está llena de trabajos de encargo que, en las manos adecuadas, se han convertido en películas "de autor". Y si a Eastwood le interesa algo puede hacerlo bien, aunque en principio no haya sido idea suya.
Para empezar, y aunque todo está todavía en etapa de proyecto, puede sospecharse que Eastwood ya está discutiendo con el equipo de producción acerca de lo que quiere hacer con su película. Una pista la aportan los nombres que se han manejado como posibles intérpretes para el principal papel masculino. Se mencionaron los de Will Smith (que hubiera acentuado el carácter "afroamericano" de la historia) y Russel Crowe (que haría que el tema se volviera en cambio más "interracial").
Esta última idea es la que se impuso, aunque sin Crowe: Eastwood y Malpaso están jugándose en cambio a Leonardo DiCaprio, quien viene de trabajar con Clint en J. Edgar, la biografía del fundador y por décadas director del FBI J. Edgar Hoover, actualmente en post-producción, y cuyo estreno en Estados Unidos se anuncia para el próximo mes de diciembre. Y la palabra "riesgo" salta de nuevo a la vista: DiCaprio, quien ha madurado notoriamente como actor en los últimos años, acepta encarnar aquí a un intérprete en decadencia.
Elogios críticos y ventas discretas para el disco "4"
Tras cerrar el pasado fin de semana el festival de Glastonbury, Beyoncé lanzó el martes su disco 4, efectivamente el cuarto de su carrera luego de Dangerously in love (2003), B`day (2006) y I am Sasha Fierce (2008), pero cuyo nombre responde no solamente a ese hecho. La cantante sostiene que el cuatro es un número clave en su vida porque nació el 4 de septiembre de 1981, y se casó el 4 de abril de 2008 con el rapero Jay-Z, quien también nació un día 4.
El nuevo álbum de Beyoncé no se ha colocado inmediatamente al tope de las listas de los más vendidos, pero la crítica le ha sido mayormente favorable y puede confiar razonablemente que los números mejoren en las próximas semanas. La revista Spin ha dicho que "probablemente terminará entre lo mejor del año", y Rolling Stone comentó que "aunque excéntrico, es un disco indudablemente personal".
El New York Times ha opinado por su parte que 4 es un disco que impresiona, aunque está ejecutado de manera tal que puede generar perplejidades. "Tiene más en común con algunos álbumes de `soul` de los tardíos setenta y tempranos ochenta (el costado más `pop` de Jennifer Holliday, digamos, que con nada que hayan hecho sus coetáneos", continúa la nota, que sostiene además: "Ahora resulta claro que la Beyoncé de Single Ladies (Put a Ring On It, de Get Me Bodied, de Crazy in Love, de Baby Boy, fue un deber meramente profesional, una concesión al mundo que la rodea por parte de una artista con un oído astuto y un talento para el mimetismo". Esas canciones podrían haber sido cantadas por cualquier profesional. La mayoría de las que integran 4, en cambio, solo pueden convencer si quien las canta es Beyoncé